miércoles, 10 de septiembre de 2008

"EL PRIMERO DE LA CLASE"


Hace un tiempo, escuche hablar de un gran maestro, llamado Miguel Angel Santos Guerra, pues curiosa me he dedicado a curiosear en su trabajo, y quiero compartir con ustedes una de las muchas historias con las que este personaje comenta aspectos relevantes del mundo educativo.
Este escrito se llama “El primero de la clase” y es una reflexión en torno a un programa de televisión titulado “el primero de la clase”, es una reflexión a partir de la “competitividad”, “del ganarle al otro”, “ser mejor que el otro”, no se trata de competir con uno mismo, sino de “conseguir desbancar a los demás”, no importa el proceso, importa el resultado, no importan las condiciones de partida, importa el tiempo de llegada. Vivimos en una época en la que nada se entiende sin que la competitividad lo atraviese.
En este sentido, es que M.A.Santos Guerra, nos presenta un hermoso relato de Carlos Joaquín Durán titulado “Virtudes Choique”.

"Virtudes era una docente que trabajaba en una escuela situada al pie de un cerro. Era la única docente del lugar y se encargaba de tocar la campana, de hacer la limpieza, de trabajar la parcela. Era robusta, morena y tenía a su cargo 56 niños. Dice Joaquín Durán que "estaba llena de inventos, de cuentos y de expediciones". Los chicos no se perdían ni un solo día de clase: además de jugar con ellos les escuchaba sus historias.
Un día, uno de los niños, Apolinario Sosa, llegó a su casa con una notita de la maestra que aseguraba a los padres que su hijo era el mejor alumno de la clase.
Al día siguiente, otro niño llevó a su casa una nota parecida, y así otro niño y otro más, hasta que los 56 niños llevaron a su casa el mismo mensaje de la maestra que aseguraba a los padres que su hijo era el mejor alumno.
Y no habría pasado nada si al recibir la notita, el boticario hubiera reaccionado como los otros padres. Contrariamente a los demás, éste decidió hacer una gran fiesta y procedió a escribir una carta a la señorita Virtudes en la que la invitaba, y también a todos los niños y a sus familias para el sábado siguiente.
Cada niño lo comentó en su casa y, como ocurre siempre con la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta y todos estuvieron dispuestos a divertirse.
En medio de la reunión, el boticario pidió silencio para anunciar la razón del festejo: los había reunido para comunicarles que su hijo había sido nombrado por la maestra el mejor alumno de la clase. Y los invitó a todos a brindar por su hijo que había honrado a su padre, al apellido y al país.
Nadie levantó el vaso; en contra de lo esperado, nadie aplaudió. Los padres empezaron a mirarse unos a otros bastante serios; el primero en contestar fue el padre de Apolinario Sosa que dijo que no brindaba, porque el "único mejor" era su hijo. Inmediatamente el padre de una niña ya casi se le acercaba para pegar al señor Sosa diciéndole que la "única mejor" era su hija.
Comenzaron los gritos, los insultos, las peleas. Lo peor fue que empezaron a acusar a la maestra como la culpable de aquel conflicto. Un padre dijo: Aquí la responsable de todo es la señorita Virtudes Choique, que ha mentido; nos ha dicho a todos los padres lo mismo: que nuestro hijo es el mejor alumno.
Y Virtudes, que hasta ese momento había permanecido callada, tomó la palabra y dijo: Yo no les he mentido y voy a darles ejemplo de que lo que digo es verdad: cuando digo que Apolinario Sosa es el mejor alumno no miento, porque si bien es desordenado, es el más dispuesto a ayudar en lo que sea. Tampoco miento cuando digo que aquel es el mejor en matemáticas, pero no es precisamente muy servicial. Y aquella que es una peleadora de primera es la mejor escribiendo poesías. Y aquel, que es poco hábil para la Educación Física, es el mejor alumno en Dibujo. ¿Debo seguir explicándolo? ¿No lo entienden? Soy la maestra de todos y debo construir el mundo con estos chicos. Pues entonces, ¿con qué levantaré la sociedad, con lo mejor o con lo peor?
Poco a poco cada padre fue buscando a su hijo. Los mayores estaban muy serios, en cambio los chicos estaban todos contentos. Poco a poco cada padre fue mirando a su hijo con ojos nuevos, porque hasta ahora habían visto sobre todo el defecto. Los padres fueron comprendiendo que cada defecto tiene su virtud que le hace contrapeso y que es necesario destacar, subrayar y valorar. El boticario, que era el organizador de la fiesta rompió el silencio y dijo: Bueno, la comida ya está preparada y debemos multiplicar este festejo por 56.

- "No me gusta la obsesión por la competitividad. Si conseguimos que cada niño se sienta el mejor de su escuela, el mejor de sí mismo en la escuela y en la familia, habremos avanzado un gran trecho".(M.A.SantosGuerra)

2 comentarios:

Ahlejandro dijo...

precisamente hacia allà apunta el mejoramiento de la educación, buen tema ....
saludos

Anónimo dijo...

me hizo llorar de lo bueno que es