jueves, 16 de octubre de 2008

DISCIPLINA: "EL DIFÍCIL ARTE DE DISCIPLINAR"

“NO ES NO”

“No es no y hay una sola manera de decirlo: No.
Sin admiración ni interrogantes, ni puntos suspensivos.
No, se dice de una sola manera. Es corto, rápido, monocorde, sobrio y escueto.
No. Se dice una sola vez, No. Con la misma entonación, No. Como un disco rayado, No.
Un No que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín no es No.
Un No que necesita de explicaciones y justificaciones, no es No.
No, tiene la brevedad de un segundo. Es un No para el otro porque ya lo fue para uno mismo.
No es No, aquí y muy lejos de aquí.
No, no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, ni puede dejar de ser No, aunque el otro y el mundo se pongan patas arriba.
No, es el último acto de dignidad.
No, es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes.
No, no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos revueltos, ni con pena; y menos aún, con satisfacción. No es No porque no.
Cuando el No es No, se mirará a los ojos y el No se descolgará naturalmente de los labios.
La voz del No no es trémula, ni vacilante, ni agresiva y no deja duda alguna.
Ese No, no es una negación del pasado; es una corrección del futuro.
Y sólo quien sabe decir No puede decir Sí”.

(Tomado de alguna parte)


"EL DIFÍCIL ARTE DE DISCIPLINAR"
Además de una comunicación abierta, amorosa e incluyente, para educar es fundamental establecer normas claras que nos permitan enseñar a nuestros hijos lo que esperamos de ellos y ayudarlos a formar su criterio.
La disciplina proporciona al niño elementos para autorregular su conducta y formar hábitos que le serán útiles durante toda su vida. Al respetar las reglas nos ponemos límites a nosotros mismos, lo que nos hace autónomos y libres.
La disciplina es un medio, no un fin en sí misma. Los límites se establecen en función de nuestros valores y principios, de las circunstancias que vivimos, de la edad y características de cada uno de nuestros niños, del estilo de convivencia que queremos como familia.
Cuando nuestras palabras se apoyan en nuestros actos, los niños comprenden que hay una relación directa entre lo que decimos y lo que hacemos y así aprenden a tomar en serio nuestras palabras.
Los niños pequeños tienen lo que se llama un pensamiento concreto y eso hace que entiendan más claramente nuestros actos que nuestras palabras. Si lo que decimos no corresponde a los hechos, nuestros hijos aprenderán a ignorarlo. No estarán seguros de lo que les estamos pidiendo y pondrán a prueba nuestros límites, midiendo hasta dónde pueden llegar.
El niño percibe claramente cuando nuestro “no” significa “quizá”, “a lo mejor”, o“probablemente”.
Entonces, lo que conseguimos es iniciar una lucha de poder con él y enseñarle que se puede decir una cosa y hacer otra. En cambio, cuando “no” quiere decir efectivamente “no”, él tiene certeza de que los límites son firmes.
Debemos partir de la convicción de que la disciplina no es un peso que cargamos sobre los hombros de nuestros hijos, sino una herramienta de vida indispensable para que ellos asuman su autonomía y para impulsarlos a que tengan éxito en las actividades que emprendan. Procuremos que nuestro “no” sea firme y sereno, sin agresión.
Los actos tienen consecuencias y si transgredimos una norma tenemos que asumir el costo, además de reparar los daños que hemos causado. Proteger a nuestros hijos de las consecuencias anula su experiencia y su aprendizaje. Conviene distinguir entre las consecuencias llamadas “naturales” y las que son producto de la decisión de los papás. Las primeras surgen como resultado de una acción concreta del niño: “si sueltas el globo, se va”; “si golpeas el juguete, se rompe”; “si molestas a tus compañeros, no querrán jugar contigo”. En estos casos, lo que nos corresponde a los padres es el difícil arte de no hacer nada: dejar que la consecuencia natural enseñe al niño a no soltar su globo, a no maltratar los juguetes y a tratar cordialmente a sus compañeros.
Desgraciadamente en ocasiones los padres somos quienes impedimos su aprendizaje al reemplazar el globo perdido, el juguete roto o culpamos a los compañeros que lo rechazan.
Las consecuencias producidas por decisión de los papás, consisten en medidas disciplinarias o sanciones que se aplican a los niños cuando hacen lo que no está permitido.
Para que estas medidas sean eficaces, los maestros, padres y pedagogos experimentados,
hacen las siguientes recomendaciones:
Imposición inmediata. Si dejamos pasar mucho tiempo entre el hecho y su desenlace, el niño no encuentra la relación entre la conducta y lo que ésta ocasiona. podemos hacer “borrón y cuenta nueva” para darle la oportunidad de reintegrarse a sus actividades. No hay necesidad de continuar recordándole que hizo mal.
Aplicación coherente. No podemos enseñarles a no pelear, peleando, a que no griten, alzándoles la voz y a que no peguen, mediante golpes.
Relación lógica. Otra característica importante es que la consecuencia que establecemos , debe estar relacionada de manera lógica con la conducta que la provocó.
No agresión. Las consecuencias sirven para que el niño modifique su conducta. No se trata de agredirlo ni de descalificarlo, sino de sancionar su manera de actuar.
No agravar conflictos. Cuando un conflicto ha provocado mucho enojo en el niño, quizá sea útil que por un rato se aísle de los demás para que así tenga el tiempo y el espacio necesarios para calmarse y aceptar las consecuencias. En ocasiones los padres somos los que necesitamos ese tiempo para no dejarnos llevar por el impulso del enojo y reflexionar sobre cuál es la mejor manera de resolver el problema.
Claridad y consistencia. Hay que asegurarnos que las normas son claras y han sido comprendidas. En la práctica, es muy importante que las consecuencias se apliquen consistentemente en toda circunstancia, pues no son castigos que dependen del humor de los papás, sino de límites firmes.

ASÍ,ENTENDIENDO EL SENTIDO DE LA DISCIPLINA, PODREMOS APRENDER EL DIFÍCIL ARTE DE DISCIPLINAR A NUESTROS HIJOS E HIJAS.